12 abr 2012

Niño asustadizo


Llanto. Dolor. Angustia. Pena.
Gritos sordos que te hacen zumbar los oídos.
Pensamientos crueles que te recorren la mente de lado a lado, que te embotan el cuerpo.
Tragas saliva, intentas ver a través de una niebla densa y maliciosa que te traiciona, que se arremolina a tus pies entre susurros macabros. Pero para tu desgracia, no consigues vislumbrar la luz. Tropiezas. Sientes cómo se hunden en tu carne las viejas astillas del remordimiento y la culpabilidad.
Pides ayuda más nadie parece oírte. Renqueante te levantas, aunque ahora ya caminas cegado por el miedo. Tiemblas. El escalofrío más intenso se descargará sobre ti, haciéndote caer de rodillas, esta vez, sobre los cristales rotos de lo que en un tiempo mejor fue tu autoestima.
Respira.Coge aire y siente que eres único, que no todo es oscuridad. Que hay personas tendiéndote la mano, pero que tú no quieres ver, las ignoras sigues encerrado en el temor.
Callas buscando sosiego pero todo a tu alrededor grita. No puedes ver, el miedo te ha vendado los ojos. Te ha atado las manos y eres su esclavo.
¿No es hora de liberarte? ¿De soltar esas cadenas y abrir las alas?

Estás tan cansado...
El sueño se va apoderando de ti, aunque tú luchas encarnizadamente contra él, pues sabes que ni dormido encontrarás la paz tan anhelada. Incluso tu mente soñolienta te traiciona, y crea escenas que te atraviesan, dejando cicatrices sangrantes, más dolorosas que una puñalada.
Y aunque yo esté a tu lado, cantándote nanas y acariciándote el cabello, no deseas oírme. No quieres aceptar mi ayuda:
-¿Por qué?
La pregunta se muere en el aire y ¿sabes?




Mi alma muere un poco también.

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