21 oct 2010

Se dió la vuelta en la cama, intranquila.

Miró a la forma arrebujada que tanía a su lado y sonrió al comprobar que era él.
Se acercó a su espalda y posó el oído, cerrando los ojos, concentrándose en el latido de su crazón solamente interrumpido por el ruido sordo de sus respiraciones.
"Querida alma gemela..." Le dedicó en su mente mientras escribía formas indescriptibles en esa vasta extensión de piel, tantas veces recorrida, que ahora eran su diario personal.
Era ya muy tarde, pues la atrevida luna le guiñaba el ojo desde el alto firmamento, acompañada, cómo no, de su séquito de estrellas, que brillaban admirándola y sonriendo al cielo negro que las sostenía.

Como hechizada se incorporó sin dejar de mirar por la ventana. Sonrió malévola al satélite que la desafiaba, la retaba a luchar. Era un duelo de belleza igual que en el mismo juicio de Paris pero esta vez la manzana de oro estaba ya podrida. Eris reía burlonamente desde su trono, observando sarcástica el escenario.
Se levantó de la cama y abrió los cristales de par en par, haciendo que el viento ondease sus cabellos color avellana. Se subió al marco de la ventana y le habló con voz muda, pero la luna le contestó ausente. Y así transcurrió la madrugada, lanzándose dentelladas de rabia y con el ansia de la victoria en su interior.
Pero antes de que el primer rayo de sol apareciera para dar fin a la lid, la luna sedienta de poder, llamó a Bóreas para acabar con aquella absurda discusión. El viento rugió feroz, y ella cayó en picado de la ventana, impactando contra el suelo.
La luna rió triunfal antes de dejar paso al astro rey que la miraba de reojo,desconociendo su personalidad por completo.

Él despertó y vió los barbitúricos en la mesilla de noche. El miedo agudo le punzó todo el cuerpo cuando vió la ventana abierta. Se levantó de la cama como impulsado por un resorte y la vió desde las alturas, con esa efímera sonrisa muerta.
Desde ese insante, renegó de admirar la belleza de la Luna y sólo vivió para el Sol,para cerrar los ojos cada anochecer y así sentenciar el fin de esa pálida arrogante que le despojó de lo que más amaba.

19 oct 2010

Princesa de obsidiana

-Y aquí me hallo, a tus pies, pidiéndoós que me mireis con vuestros ojos flamantes. Sé que me equivoqué, que nunca podré reparar el daño que os he causado pero no me dejeis vagar sola, os lo ruego.
Supongo que por vuestras maneras y vuestros modos, habeis pasado una vida mejor que la mía.
Me alegro enormemente, pero si seguís siendo el que erais, no me desampareis, guíadme en el camino de desesperanza que me llena el pecho, que hace que me despierte empapada en sudor por las noches.
Sabeis ya lo que siento por vos, no puedo pediros más que vuestra noble compasión y que me ayudeis a superar esta agonía, este dolor que se encierra en mis más profundas entrañas y no me deja conciliar el sueño. El perdón queda lejano de mis intenciones pero si pudierais tan solo otrogarme una pequeña porción de él, me marcharé contenta de haber conseguido lo que deseo.

Él la miró desde su trono y habló con los ojos entornados:
-Supongo que ya era buena hora de que dejarais de lado vuestro orgullo y vinieseis a mí. Es de nobles el recapacitar. Sabed pues que vuestros sentimientos ya no me interesan, he tenido que esperaros durante muchos, muchos años, y mi corazón se ha marchitado. Me desposé hace unos meses y ahora soy completamente incapaz de volver a esos juegos de críos en un pajar con vos, mi lady.Vuestra marcha me hizo trizas y nunca supe el porqué de tan terrible desaparición. Sólo quedé ante este caos de neblina y oscuridad y vos nunca os preocupasteis por mi... Lo siento, pero mi perdón no tiene cabida para vuestros actos.

Se le rompió el alma.
Nunca pudo volver a amar a nadie después de aquello. Él había sido la única persona a la que se había entregado y ni siquiera le había dejado explicarse. Ni siquiera el beneficio de la duda. Lloró y lloró, agotó la sal de su cuerpo. Sabía que no le tendría nunca más y eso la desgarraba por dentro. Se retiró del salón con la cabeza alta, pero con el corazón en los infiernos, sintiéndose la más rastrera y vil de la raza humana.
Nunca pudo perdonar a sus padres que la obligaran a salir de la ciudad durante la noche, para instruirla como guerrera del rey. La falta de varones hizo que hasta las mujeres pudieran ingresar en el ejército. No le dió tiempo a despedirse de nadie y mucho menos, de él. Les odió,incluso después de muertos. Iba todos los días al cementerio, a dejar flores secas.
...

Secas, igual que su amor.