Corta, córtame las alas.
Daña, dáñame el alma.
Respira lento para que crea que sigues aquí y aún vea en tus ojos el brillo de tus promesas rotas.
Suelta, suéltame la mano. Ahora que puedo caminar sola me acechas lacerante y achicas mi oxígeno.
Mira, mírame. Fijamente, como el día en el que me amabas.
Ahora ya no queda nada, sólo el rumor sordo de los "te quiero" y el dulce amargor de los robados besos.
Hiere, hiéreme como siempre acabas haciendo.
Parte, parte mi corazón en dos mitades y juega con él lastimosamente.
Aleja, aléjate de este cuerpo marchito y vacío pues finalmente conseguiste lo que te proponías, reducirme a cenizas de las que no podré resurgir.
Quema, quema el recuerdo que algún día tuviste de nosotros y échalo a volar conmigo. Quizá así perdure en el instante y flote libre, libre como quise ser a tu lado.